9. EL ENCIERRO
Un carruaje va con prisa liviana a través
de caminos castellanos llenos de polvo y piedras, en su interior dos galenos
conversan. Afuera son conducidos por el cochero y en él reposa baúles el
ayudante, detrás cabalgan para su custodia dos miembros de la santa hermandad;
delante de ellos trota una pareja de la guardia real. Con dos bravos caballos
blancos de cuello esbelto y enjuto de la yeguada de la caballeriza mayor de
Córdoba que el rey Felipe mandara crear al Duque del Carpió, para regocijo de
ejércitos y nobles en paseos.
Dibujo de
trabajo de Jose Luis Sujar Romero.
Dentro del carruaje el galeno de la cámara del rey don Fernando, hombre de
maneras que podíamos decir que son empáticas a cambio de prestar saberes y
halagos por monedas que brillan y llenan arcas. Sus médicas se basan en la
rutina misma de la memoria y en sonrisas prestadas, charla con don Luis que le
acompaña algo incómodo.
Pues, el último no es santo de su devoción y a la pregunta de
este, de ¿qué le parecía el tratamiento a que habían llegado a concluir los
miembros de la cámara sobre el enfermo? En este caso su majestad el príncipe
Carlos, pidiéndole a su compañero de que le refiriera que pensaba. Una vez más
de ¡si había sido lo correcto ante la presencia de este mal de la demencia en
nuestro común enfermo!
Don Luis le comunica que podría estar justificado, el hacer de la cámara real,
aunque él en particular piensa que estos enfermos. Al no estar en sus crisis
del alma en momentos cruciales en estos mundos y dado que la enfermedad de
nuestro príncipe no es la única que justificaría estos desbarajustes mentales.
Si no que tenemos que tener en cuenta su semblanza. Tal es caso de sus
antecedentes como la caída desafortunada, cuando junto a su tío y primo
estudiaba en la Universidad de Alcalá de Henares. Como a sí mismo cuando
se desencadenó en su casa real una pequeña epidemia y que a él. Con
predisposición más frágil independientemente de los signos personales que me
imagino habréis observado y que están presentes en toda su biografía. Tal es el
caso de su manera de andar encorvado hacia adelante, su debilidad muscular, su
caquexia, su tartamudez y su historial familiar. Os recuerdo que por las
políticas necesarias de su status en este caso el nuestro también.
Pues no debéis de olvidar que son los monarcas que hemos tenido en
este reino y su mal de la mente pudo ser por su personalidad epiléptica, no
estuve en su gestación. ¡Pero me imagino querido compañero!, ¿fue un parto
difícil no en vano su madre murió a consecuencias de él?
En fin, una personalidad irascible, que solo en breves momentos
es capaz de girar todos los campos magnéticos de cualquier brújula y pasar de
la risa a la violencia. Además, ahí están también compañero sus fracasos, que
relatan sus tutores que por cierto mi querido Fernando fueron los
mismos de su padre. En cuanto a lo que contáis de que dentro de su mente
partida y demente, tiene agotadas la voluntad y las existencias de los
proveedores reales de nieve, habiendo tenido que acudir a otros. Por el gran
consumo que hace en su encierro de Arévalo, castillo al cual ahora nos dirigimos
en este carruaje.
Que, por cierto, a ver si tenéis algún remedio, pues en cada
deshincadura del camino, se resienta mi espalda y alguna costilla no flota. Si
no que se para en mi costado y como lanza se me clava en mi espalda.
Tras varias curvas del camino por fin tras ascender un repecho, el cabo de la
pareja de la santa Hermandad que los acompaña, tira del brocado de su caballo
español y poniéndose a la altura del cochero. Le comenta que ya se divisa el
final de su viaje, ya que detrás de esa loma se encuentra el castillo, un rato
después todos paran en el puente. Esperando les den paso, tras la entrega por
parte de don Fernando a la guardia del pliego con la orden. De estar a
disposición y facilitar el hacer del médico don Luis de Córdoba, orden real
para el Duque de Arévalo gobernador, de este castillo de sillerías y ladrillos con
buenos matacanes y que ahora se evoca su historia.
Al pasar por la cabeza de don luis que pensativo estaba, ante la
gran responsabilidad de la encomienda que se le venía encima. De que, en este
castillo, estuvo encerrada también Isabel de Portugal casada en segundas
nupcias con Juan II de Castilla. Reina que padeció también de demencia con
vapores y alterno épocas de melancolía con épocas de locura. Fue madre de una
de las soberanas más grande de estos reinos doña Isabel de Castilla.
Momentos más tarde, el sargento de puerta ordena se baje el puente entrando la
comitiva al patio de armas del castillo, donde paran y son recibidos por el
señor de Arévalo. Que tras las salutaciones propias de estos momentos y dentro
del protocolo de la corte castellana invita a un refrigerio con vinos y friuras
de carnes del lugar a ambos galenos. Previamente de haber dado orden de que
trasladaran sus baúles de viaje a los aposentos de los invitados.
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